sábado, 14 de marzo de 2009

pegar a un payaso



A decir verdad, todo el mundo piensa que el circo es un lugar lleno de magia, de ilusiones, de milagros y sueños que viajan sobre ruedas; pero fuera del ángulo de mirada del niño, en la vida diaria de los seres que lo habitan, hombres y animales en un ejercicio agotador y trashumante, la miseria y el horror acompañan a esta tribu nómada conocida como El Circo del Adriático.
No hay oficio circense más querido por niños y adultos que el payaso, y por ende siempre nos viene a la memoria su sonrisa. Tampoco hay un despliegue de violencia más ruin que el de pegar a un payaso, a un payaso indefenso, sin motivo. Darle una paliza a un payaso como quien se limpia los zapatos en el felpudo al llegar a casa.
Esta fea costumbre la inició Von Bluck el mago, con sus exquisitos modales y su indumentaria impecable, siempre tocado con su chistera y tan galante con las damas que parecía todo un caballero. Un sábado salió a cenar a la ciudad después de la ultima función y al volver estaba sumamente irritable, sin duda le había dado al alpiste. Y la tomó con el pobre Truddy hasta hacerle perder un diente. Nadie en el circo salió en defensa del pobre clown. A los dos días fue Hilda la mujer barbuda la que lo pateó junto a la jaula de los monos hasta que se cansó dejándolo por muerto. Cuando Truddy se hubo recuperado fueron los enanos, los hermanos Arcimboldo, esos sádicos los que se lo pasaban el uno al otro haciéndolo rodar sobre las inmundicias del elefante mientras le golpeaban con los bolos del malabarista riendo sin parar. Ahora Truddy el payaso lleva una lágrima pintada en su cara y raro es el día en que alguno de esos monstruos no abuse de él.
Me pregunto si no habrá entre ustedes alguna autoridad que pueda poner freno a este desatino.